martes, 17 de septiembre de 2013

El lenguaje oculto del dinero






Todos hemos observado  que 100 euros en un bolsillo siguen distinto camino que 100 euros en otro bolsillo; aunque los propietarios de estos respectivos bolsillos sean  personas de un mismo nivel adquisitivo y con unos compromisos sociales parecidos. Según  Maslow  la satisfacción de las necesidades fisiológicas básicas dan paso, una vez cubiertas éstas, a desarrollar necesidades  y deseos más elevados.   Es evidente que si padecemos hambre o no tenemos cobijo y nos encontramos cien euros, los emplearemos en comprar comida o mantas, pero aún así no  adquiriríamos  todos, si pudiéramos elegir,  la misma clase de sustento  y abrigo.

Si bien el dinero es mensurable y tangible y en un principio su utilidad es ser un simple medio de trueque, resulta que las relaciones con él acostumbran a ser complicadas y no siempre productivas. Tirar, despilfarrar, guardar, gastar o invertir son formas de relacionarnos con el dinero. ¿Pero a qué se deben? ¿Por qué actuamos de una forma u otra?

A lo largo de mi carrera profesional en el banco he asistido con curiosidad a las diversas formas de relacionarse con el dinero. No hay dos personas iguales. Mientras unos disfrutan acumulando el dinero en sí,  velando por  rentabilizar al máximo sus ahorros y su objetivo final es ver aumentar el saldo de su libreta, otros andan despreocupados, no les importa si su dinero rinde un 1% más o menos y aunque tengan mucho no quieren oír hablar de inversiones ni de planes de pensiones. Otros nunca disponen de fondos, pues si  consiguen dinero, les dura muy poco y con frecuencia no recuerdan ni siquiera en qué se lo han gastado. Son los que el saldo de su tarjeta de crédito siempre está al límite y cuando reciben el extracto se asustan y reclaman que les han cargado compras que no son suyas (luego resulta que sí, pero no se acordaban). También están los muy activos, los atentos a las promociones y que no vacilan en cambiar la nómina o la pensión al banco vecino, porque les ofrecen un televisor de plasma. No hay que preocuparse, cuando tu banco ofrezca  las ollas para cocinar sin aceite, su nómina regresará. 
    
En realidad nuestros argumentos sobre la  forma en que empleamos nuestro dinero es sólo la punta del  iceberg  que emerge a la superficie, quedando oculto un cúmulo de motivos, deseos y creencias que son el verdadero leitmotiv  de nuestra actuación. El dinero no es sólo un instrumento de trueque, es además un instrumento para comunicar cosas. El reto está en que una buena parte del significado que le damos está oculto, incluso para nosotros mismos. Podemos argumentar que necesitamos cambiar el coche, comprar un nuevo vestido o el último iPad y dar unas explicaciones muy prácticas y coherentes sobre la conveniencia de esta adquisición. Sin embargo sólo es la punta del iceberg, bajo la superficie se entabla un diálogo invisible, inaudible que con variados matices hilvana un tapiz de significaciones acerca de lo que dice de nosotros tener o no tener este objeto.

Al darle al dinero un significado más allá del  de mero  instrumento de trueque,  le infundimos vida, le añadimos un valor emocional y construimos una extraña relación con él.

Existen muchos libros sobre "cómo hacerse ricos", poseer una "mente millonaria" o como "atraer la abundancia", sin embargo ni los psicólogos ni los financieros han encontrado la fórmula  del lenguaje secreto del dinero.  Poderoso  caballero…………….

Que tengáis un buen día.
Montse



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